sábado, 12 de junio de 2010

El Campo de Montiel, cuna de la afición por la roja

Manuel Cáceres Artesero (San Carlos del Valle, Ciudad Real, 15 de enero de 1949[1] ), más conocido como Manolo «el del Bombo», es un famoso hincha de la selección española de fútbol y del Valencia C.F.Se caracteriza por asistir a todos los encuentros que disputa la selección española por todo el mundo, tanto partidos amistosos como de carácter oficial. Es muy común verlo en las escenas donde se enfoca al público en cualquier partido de la selección española. También animó a la selección española de baloncesto durante algunos de los partidos del Eurobasket 2007 disputado en España.
En la actualidad reside en Valencia donde regenta el bar Tu Museo Deportivo, al lado del estadio Mestalla.






Reproducimos a continuación el capítulo que sirve de introducción al libro, tanto por su arriesgada apuesta literaria como por su indiscutible valor lírico.

¿Sabré yo escribir un libro?
ANTES de ponerme a contarles mi vida en este libro, quiero que sepan que no me las doy de escritor. Consta en mi Documento Nacional de Identidad que soy camarero, y orgulloso estoy de serlo, ya que mi padre, que siempre ha trabajado por cuenta ajena, dice que no hay nada más guay en el mundo que servir a los demás. Así que, si al final de mis días yo, por un casual, llegara a ser director dé Hotel «Meliá Castilla», dejaré escrito en mi testamento que cuando muera quiero que me entierren vestido de camarero.
Dicen que para que uno se haga más hombre tiene que parirle la mujer, plantar un pino en el monte y escribir un libro. De crío planté en mi pueblo un arbolico y, aunque era de mala raza, creció porque mis hermanos y yo nos íbamos todas las tarde a hacer nuestras necesidades allí, y con tan buen fiemo se hizo mayor.
Hijos he tenido cuatro. Dos varones y dos hembras De ellos doy gracias a Dios por inspirarme, a mi mujer por parirlos tan majos, y a San Lorenzo porque nacieron en Huesca. De ellos lo último que sé hoy, día de San Valero de 1984, que comienzo a escribir este libro en Zaragoza, es que se crían sanos y que han venido a pedirme mil pesetas para un roscón de nata
Lo del libro ya es otro cantar. Yo, que escasamente sé escribir cartas y que soy para esto más perezoso que una tortuga reumática, les diré que este libro, si llega a salir, será el último, porque no creo que me queden ganas de volver a insistir, aunque los venda todos. Y es que esto de escribir mis memorias ya se me había metido hace mucho tiempo entre ceja y oreja. Y en Huesca, hace años, empecé a escribirlo. Pero aquel libro debía de ser tan malo que terminó en la cárcel, y de sus hojas escritas nunca más he vuelto a saber. Se lo voy a explicar un poco y por encima, pero sin soltar prenda personal, porque no quiero hablar mal de nadie en este libro.
Conocí en «Casa Paco», en la plaza de Lizana, a un individuo con el que quedé en escribirlo. Le di todos mis recorres de prensa y una caja grande llena de fotografías, que por recuperarlo ahora daría un ojo de la cara y un agujero de la nariz. Pues bien, aquella persona desapareció en la «sombra» y nunca más he vuelto a saber de él.
Pero cuando de verdad me entraron ganas de ponerme a dictar un libro, ya que no puedo escribirlo porque tengo muy mala letra, fue cuando vi la movida que organizó Eduardo González Tortajada con ese libro tan cojonudo que se titula «Graznan, luego existo», del que se vendió, de una sentada y en un mes, más de tres mil ejemplares.
Y, claro, pronto pensé que si Eduardo González escribía un libro tan leído, ¿por qué puñetas no podía hacerlo yo, que me han pasado más cosas, he salido en Televisión muchas más veces, soy más famoso en España y me he arruinado en dos ocasiones y el sólo en una? Mejor o peor, y escribiendo como hablo, yo puedo llenar un libro, porque mi vida está llena de chandrios y de aventuras.
Tengo los pies llenos de callos de tanto correr carreteras a golpe de calcetín, y también tengo espolones en las manos de tanto aporrear mis bombos ayudando a ganar a mis equipos, en este, según cuentan, extraño oficip mío de animador de aficiones en el que he batido un récord mundial de permanencia, desde el año que empecé animando al Huesca hasta hoy.
-Manolo, no seas canelo y no gastes tu tiempo en escribir un libro, porque no vas a vender uno, ya que tu vida y lo que tu hagas no le interesa a nadie.
Al amigo que así me hablaba en mi primer bar de Zaragoza, en la calle Italia, 57, del que más adelante les hablaré, le contesté que si nadie me compraba un libro, yo me compraría los tres mil ejemplares de la primera edición y tos regalaría a los pueblos sin escuela para que en mi libro aprendieran a leer tres mil chavales. Y en ésas estoy. Venderé completa esta primera edición de «Manolo, a todo bombo» aunque me tenga que comprar yo los tres mil libros.
Ya sé que, leyendo ustedes esto, se dirán que Manolo el del bombo está loco de atar y que debiera de irme con mi instrumento a un manicomio, porque estoy como una cabra en forma de regadera. Pues sepan que no me importaría ir a una casa de salud mental a animar a los allí recluidos, como uno más. Y también me iría a los hospitales, que alguno ya he visitado con mi tambor, a repartir alegría a los enfermos. Y a la cárcel también subiría, si hiciera falta, para animar a los allí presentes en un partido del Zaragoza visto por televisión, siempre que tuviera la seguridad de que luego me iban a dejar salir Y aún me iría más lejos, con todos los respetos subiría al cementerio a rezar con mi bombo por todos los buenos amigos que Dios se me llevó para siempre.
Por esto, voy a escribir mi vida aunque no soy un escritor. Escribo este libro porque tengo mucho mío, bueno y malo que contar. En él sólo me meteré conmigo. La de mi libro va a ser la letra que yo le ponga a la música de mi bombo, que quiero que suene a himno deportivo, a marcha de España y a jota de Aragón. Así que, atentos al parche antes de que se rompa y tenga que cambiar la Pieza. Y lo repito: aquí no quiero hablar mal de nadie, aunque me sobren motivos para hacerlo de algunas personas. Quiera que “Manolo, a todo bombo” sea un libro con muchos «santos». Ya saben ustedes que a las fotos de los libros en Huesca las llaman «santos» Quiero que haya muchas fotografías porque me las han hecho, a miles, mis amigos los rcporteros gráficos de toda España. Pero vamos, tampoco quiero que esto sea el timo de la estampita, con muchas fotos y sin nada que contar. Que el Santocristo de San Carlos del valle me ilumine y me deje llegar hasta el final.
-Oye, Manolo, que en las pocas páginas que llevas escritas del libro ya has nombrado a medio santoral: a Dios, a San Lorenzo, a San Valero y, ahora, al Santo Cristo y a San Carlos del Valle.
-Claro. Es que antes de camarero fui fraile en Estella. Pero no te apresures, que eso lo contaré luego.

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